>> SEMANAS FRENÉTICAS Y AROMA DE VIOLENCIA
- Por Julián López -
Hay un dicho popular que expresa
una definición de la Argentina un tanto polémica: “En este país cuando vos te
vas un par de días, paso de todo. Ahora, si te fuiste veinte años… Cuando volvés
esta todo igual”.
Si tomamos las últimas dos semanas de coyuntura política y social nos
encontraremos con una dinámica de los acontecimientos bastante inusual y un
poco traumática. Ahora, si nuestra referencia son los últimos años, siempre
perdimos los mismos.
Partiendo de esta premisa, analizaremos nuestro preocupante presente, pero,
siempre teniendo en cuenta el pasado reciente.
Desde que supimos del rechazo que
tuvieron todos los elementos probatorios y de defensa que había presentado
Cristina en la causa vialidad, pasando por el posterior alegato (o show
mediático) protagonizado por el fiscal Diego Luciani, siguiendo con la rechazada
propuesta de la ex presidenta para hacer uso de su derecho de defensa,
continuando con las sucesivas movilizaciones a Juncal y Uruguay, incluyendo los
enfrentamientos entre la policía de la Ciudad de Buenos Aires con los
militantes y finalizando con el intento de magnicidio hacia la propia Cristina; el refrán antes planteado puede ganar verosimilitud.
Con los hechos presentados, conviene hacer
un análisis de la situación social, política y económica que nos está tocando
atravesar.
La primera descripción que me veo obligado a desplegar es el profundo dolor y
temor que me provoca haber sido testigo de cómo a una vicepresidenta en ejercicio,
que además ocupa la centralidad absoluta de toda la política argentina en estos
últimos quince años, y que encima resulta una líder de masas de dimensiones
extraordinarias, es gatillada al frente de su cara ante la algarabía de su
custodia personal y la sorpresa de todos los militantes allí presentes. Por un
instante imaginen lo que sería este país si la dirigenta que suscita tanto
amores descomunales como así también un odio irracional, en cuestión de
segundos le estallaba la cabeza producto de un balazo y esa escena era tomada
por varias cámaras de distintos ángulos y la noticia se convertía en una
tragedia mundial. Hablar de una guerra civil como consecuencia hasta me resulta
poco. Violencia imparable solo tendríamos, y sangre, mucha sangre.
La imagen es muy fuerte, pero jugar con aquello que únicamente por un milagro
no sucedió, resulta muy efectivo para entender por qué utilice los términos
dolor y miedo.
La segunda característica de esta
coyuntura es tomar dimensión del crecimiento de la crispación social imperante.
Un indicio de comienzo podría ser la crisis económica que se desato allá por
2016 cuando el gobierno de Cambiemos genero una devaluación que llevo el dólar
de 9 pesos a 16. En continuado se produjo el agotamiento de los prestamos privados
para con la gestión PRO, con la derivación de haber tomado una deuda gigante
con el Fondo Monetario Internacional que desoyó todos sus estatutos con tal de
salvar al presidente Mauricio Macri y sus funcionarios. Por supuesto que cada
uno de estos sucesos venían acompañados de una inflación galopante (llegamos al
54% incluso), salarios pauperizados, industria en caída, desempleo creciente y
todos los síntomas de un gobierno neoliberal que en apenas cuatro años destruyo
cualquier tipo de avance social o económico. Después, con la asunción del
Frente de Todos al gobierno, ninguno de los indicadores marcados con
anterioridad mejoro (más bien todo lo contrario). La debilidad política y la
ingenuidad económica a la hora de combatir intereses concentrados es moneda
corriente de este gobierno. Por si fuera poco, a esto le debemos sumar la
pandemia del Covid y la guerra de Rusia – Ucrania.
El bolsillo tiene protagonismo en la vida de los argentinos y claramente genera
rispideces en los ámbitos sociales: No se llega a fin de mes, la canasta básica
es inaccesible, los sueldos son muy bajos, las servicios se han vuelto un
privilegio de quienes pueden pagarlos, y muchos etcéteras que podríamos
sumar.
Ahora, desde lo social también se ha
venido abonando para este estado de intolerancia e irritabilidad. La construcción
permanente de un enemigo interno desde los medios hegemónicos de comunicación
resulta trascendental para entender la situación actual: El kirchnerismo o los
kirchneristas es prácticamente una mala palabra en la república argentina.
Asemejarse o verse reflejado en ese movimiento político implica una corrupción
equivalente a dos PBI, una moral pervertida, la autocracia más nefasta y el
robo como único método de gobierno.
Desde el intento frustrado de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual
por parte del gobierno de Cristina, la virulencia y el ataque de gran parte de
estas corporaciones mediáticas han ido en crecimiento. Imaginen el impacto de
tales relatos, que pudimos ver bolsas mortuorias y horcas con la figura de la
vicepresidenta en distintas convocatorias opositoras. Pero incluso no es ese el
concepto a destacar, sino el contenido de los discursos que podíamos escuchar
de los manifestantes: un calco de las narrativas dispuestas en La Nación,
Clarín, Infobae y compañía. Les propongo el ejercicio: televisen un par de
minutos el aire de TN, La Nación +, A24 y Telefe. Luego recuperen alguna marcha
opositora en la cual hacían uso de las cacerolas. Verán que hasta el uso de las
palabras son las calcadas.
Y no se trata de condicionar la libertad de expresión, sino de alertar sobre las expresiones cargadas de violencia como “Son discapacitados de la lógica” “Usted
es una pobre vieja enferma” “Merecen la pena de muerte” “la jefa de la banda”,
entre otras. Existen formas para comunicar y así evitar que tales expresiones
de visualicen en la sociedad a tal punto de rozar un magnicidio.
Por último, la total ineficiencia y
ausencia del Estado en todas las dificultades que aquejan al trabajador
terminan por rebalsar el vaso. En la Argentina de hoy, aún con un trabajo
registrado no tenes la seguridad de completar las cuatro comidas. ¿Cómo podemos
pretender transitar un camino hacia la paz social si nuestros pibes no pueden
comer?
No hay posibilidad de sobrellevar la vida si mi sueldo únicamente está
destinado a los servicios y a la alimentación. Por tanto, para que esta
situación cambie resulta imprescindible la intervención estatal. Pero no, hoy mantiene
en vilo al gobierno reducir el déficit fiscal para colmar las expectativas del
FMI o generarle instrumentos a los sojeros (grandes acumuladores de fortunas)
para que liquiden sus dólares.
Lo pregunto con toda seriedad: ¿Cuándo vamos a ver un gesto real y sincero para
los sectores obreros en medio de tanta crisis?
Un ejemplo: El frente Patria Grande tuvo que amenazar con renunciar al
bloque de diputados para conseguir que el superministro (de Estados Unidos)
acceda a generar un bono de tres meses para personas en situación de
indigencia.
Pocas veces vi algo tan parecido a la teoría del derrame y bajo la excusa de un
gobierno “nacional y popular”. Porque seamos sinceros, para formar parte de esa
conceptualización se necesita mucho más.
Algunas de estas variables explican el
clima hostil y con aires a violencia política que hoy nos toca transitar. Es
responsabilidad de la dirigencia política, buena parte de la prensa hegemónica,
la corte suprema de justicia y todos los ciudadanos/as de a pie hasta donde nos
alcance la espada de Damocles. Porque incluso la oposición debería tomar nota
con las recientes amenazas de muerte a Mauricio Macri. Nadie gana en este
contexto.
Argentina, semanas frenéticas, pero años
insulsos. Esperemos no tener que darle la razón a la profecía popular con la
que dimos comienzo a este espacio.
Ilustración: Carlos Pinto
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