La doctrina del ajuste como único destino posible
-Por Julián López -
Argentina es tóxica, insoportable y
profundamente desigual. Somos testigos de cómo la derecha se expande en todo el
arco social, político y mediático como único destino posible. Desde Patricia
Bullrich, pasando por Sergio Massa, con Alberto Fernández incluido y llegando
hasta José Luis Espert; la doctrina del ajuste y los bastones largos se hace
invariable.
Ser espectador de esta realidad por
momentos resulta increíble y siempre se vuelve doloroso. No hace tanto tiempo
atrás la discusión tenía su eje en si se debía aumentar o no el impuesto a las
ganancias, en las fastidiosas cadenas nacionales que tenían como duración
mínima dos horas o en si la base de derechos y garantías sociales necesitaba
constitucionalizarse para ganar mayor solidez.
Es decir, el salario y el empleo de los
trabajadores era prioridad. Los discursos tan estigmatizantes como cargados de
odio a la vez, estaban replegados, escondidos, no eran moneda corriente. Había
una visión colectiva muy diferente del funcionamiento del país. ¿Por qué? bueno,
en principio por un mundo que era prácticamente opuesto al actual y las
condiciones globales resultaban más favorables para una construcción de un
capitalismo benefactor. Pero también, porque existía la voluntad política de
instalar un relato (pongo énfasis en esa palabra) tendiente a la distribución
del ingreso y el combate contra los intereses concentrados.
El mundo de hoy es muy distinto: la
ultra derecha ha cosechado victorias en buena parte de Europa (la última se dio
recientemente en Italia) y en nuestra región los proyectos conservadores han
generado tanto daño que ni el gobierno del joven Boric en Chile ha sido capaz
de torcer esta realidad. Inclusive el propio Lula Da Silva precisa de acuerdos
políticos para hoy liderar las encuestas en Brasil.
En este contexto somos testigos del
surgimiento de gobiernos que desde la palabra se proclaman defensores de los
intereses obreros, pero desde la acción concreta están muy lejos de cumplir con
esas expectativas.
Si bien podríamos ahondar en los casos que Sudamérica exhibe en su historia,
nos ocuparemos (por una cuestión meramente temporal/espacial) del gobierno
argentino.
El dato concreto de la realidad demuestra
que, desde el año 2016 hasta el presente 2022, los trabajadores solo perdieron
poder adquisitivo. La inflación devoró todo salario existente y la capacidad de
compra se disminuyó notoriamente. Si a esto le sumamos la catastrófica pandemia
del año 2020, entenderemos la gravedad del problema que estamos marcando.
¿Qué hizo el gobierno con esto? Nada. Únicamente saco de la galera un par de
parches para sobrevivir en aguas turbulentas: Caso IFE, Tarjeta Alimentar, el
ATP y ahora el próximo bono para personas en situación de indigencia.
Las negociaciones paritarias oscilaron del 5 al 15% de aumento trimestral.
Cuando la inflación es del 100% interanual, claramente resulta insuficiente.
¿Cómo llamamos a esto? Para los bien intencionados será un intento poco efectivo
en tiempos de crisis, para aquellos que vemos pasar prácticamente el mandato
completo de Alberto Fernández con caída salarial, será simplemente un ajuste.
Porque dejó de ser una excepción, se hizo regla.
En esta realidad de bajos ingresos y
precios muy altos, los discursos altisonantes solo tienen aroma a la derecha más
rancia. Hagamos un ejercicio: tomemos el caso paradigmático del conflicto
alrededor del rubro automotriz, más precisamente los neumáticos.
En una nota de Lucho Aguilar para La
Izquierda Diario, encontramos una buena síntesis del conflicto desde los ojos
que nosotros elegimos mirar (el obrero, claro): “En el frío invierno de 2008 en
Argentina estalló una rebelión de los obreros del neumático. Pararon las
máquinas y marcharon, primero cerca de las plantas y luego al centro porteño.
La columna iba encabezada por una bandera que decía “Empresas ricas,
trabajadores pobres”.
Casi 15 años después nos encontramos ante un nuevo conflicto, pero el mismo
problema de fondo. De un lado empresarios que ganan fortunas; del otro,
trabajadores que dejan sus días en las fábricas con convenios noventistas que
los llevan a laburar hasta 7 días seguidos, con turnos rotativos. El sindicato
denuncia que el costo de mano de obra por cubierta es de solo 1.000 pesos, lo
que representa menos del 2 % del precio de venta. Reclaman, además del aumento
salarial, que las horas del fin de semana sean pagadas al 200%. Fate, Pirelli y
Bridgestone hasta hoy se oponen.”
Matías Martin en su columna para Ámbito
Financiero aporta: “La toma llegó en medio de la audiencia número 33 desde que
arrancó el conflicto. El Sutna había encarado la paritaria bajo tres premisas:
revisar el acuerdo del año pasado, que había cerrado con un aumento del 50%;
encarar la discusión salarial de 2022, y plantearles a las fábricas un ítem
extra para los más de 2 mil operarios: llevar a 200% el pago por la hora
trabajada durante los fines de semana, algo obligado para todos los
trabajadores por la modalidad vigente en la industria. En todo momento las tres
empresas ignoraron el reclamo por los fines de semana. Respecto de la revisión
del año pasado hubo una oferta conjunta para adicionarle 16% a ese acuerdo, y
este miércoles propusieron un aumento de 38% por el segundo semestre de 2022. El
Sutna objetó la propuesta y, por haber sido transmitida por la funcionaria
Gabriela Marcello, directora de Trabajo, interpretó que se trataba de un
planteo unilateral para zanjar el conflicto. Desde la cartera lo negaron y
dijeron que era una propuesta de tantas que habían surgido en los más de 100
días de negociaciones.”
Habiendo otorgado un marco a este
conflicto, veamos las respuestas de las fuerzas políticas de nuestro país:
Patricia Bullrich fue la primera en filmar un video con su testimonio apoyando
a Bridgestone y Pirelli. Incluso afirmo “con nuestro equipo, estas cosas no
volverán a pasar”.
Si vamos un paso más allá en el mapa conservador, encontramos a José Luis
Espert que manifestó: “Código Penal Art 181, delito de usurpación. Cárcel (6
meses a 3 años) o bala". Bastones largos que alguna vez creímos
sepultados.
En el gobierno autoproclamado nacional y popular tenemos dos referencias: Por
un lado, el ministro de Trabajo Claudio Moroni ordenó una presentación en la
Justicia federal que recayó en el juez Daniel Rafecas para poner en su
conocimiento la toma del organismo público. Es decir, una denuncia contra los
trabajadores (igual que el gobierno de la ciudad para con los estudiantes que
tomaron colegios).
Sergio Massa, actual ministro de economía y parte fundacional del Frente de Todos,
dio su veredicto en esta misma línea y dijo: “Además si eventualmente no se
resolviese el conflicto, vamos a habilitar a las empresas, a las fabricantes,
como importadores habilitados de emergencia y les vamos a habilitar la
posibilidad de importar todos los neumáticos que necesiten”. Carlos Saul Menem
en este momento debe estar sonriendo.
El partido Obrero es hoy el único movimiento político que se moviliza y acciona
en favor de los trabajadores. Es imposible negar eso, aunque a muchos les pese.
El resto, protege intereses concentrados.
Si por un momento nos corremos del arco
político y nos detenemos en los medios de comunicación, escucharan una ola
masiva de discursos pro empresariado y muy estigmatizantes para con los
obreros. Se habla de extorsión por parte de los gremios, manipulación del
conflicto, incluso hasta de inmadurez por parte de los manifestantes. Ósea, la
adultez implica la aceptación del ajuste y la derecha.
La vocación del periodismo solo parece ser destruir todo intento de movilización
popular o reclamo tendiente a combatir la puja distributiva. Eso sí, de la
oscura historia que estas multinacionales del neumático tienen, ni una sola
palabra.
Insisto: Argentina es toxica, insoportable y profundamente desigual. La
doctrina del ajuste empieza a percutir en una sociedad que solo ver caer sus
garantías económicas y se hace eco de narrativas demasiado preocupadas por
ensanchar las fortunas de las más poderosas empresas del país.
El discurso se instala de arriba hacia abajo y hoy el destino indica como
inexorable el triunfo de la peor derecha que pueda existir o en su defecto, la
extensión de un gobierno débil, inerte y cómplice de los poderosos.
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